Me perturbas, me haces hervir la sangre y olvidarme de cómo se articula la palabra No. Mandas al carajo todos los puntos de vista que pueda tener de la situación y haces que mi cerebro se concentre sólo en tu presencia.
Ver tu cuerpo contornearse al roce de mi lengua en los más ocultos rincones. Estas ganas de desnudar más que nuestros cuerpos, nuestras almas. Sentir tus manos recorrer mi cuerpo, tu aliento jadeante en mis oídos, siguiendo los pasos que marcan mis deseos.
Esa capacidad tuya de despertar en mí los instintos más salvajes y a la misma vez los sentimientos más sublimes. Que me lleves al cielo, llevarte hasta ese punto en el que se que explotas; llegar juntos hasta ahí, es como el paraíso.
Me haces sentir que se ha perdido la inocencia, pero me la devuelves en esa mirada tierna que entrelazamos, con la que nos decimos todo sin necesidad de abrir la boca.