Llegaste sin avisar, sin llamar antes para decir que venías.
Te apareciste en mi puerta inesperadamente y me dejaste sin fuerzas para articular palabra siquiera, todo lo que pude hacer fue terminar de abrí para que pasaras cómodamente.
Te sentaste a mi lado y me encantaste sutilmente, haciéndome saber lo que querías pero sin ejercer ninguna presión.
Llegaste para endulzarme, para alegrarme los días, para consolarme y sencillamente estar ahí en esos momentos en los que sólo es necesario llorar.
Llegaste para ayudarme a construir esa felicidad que ya empezaba a dudar que existiese,como un regalo del Señor para confirmarme que sus planes para conmigo son sencillamente maravillosos y que su reloj no es el mío y mi tiempo no es su tiempo.
Llegaste para regalarme tu amor en cada detalle, para estar aquí cuando tengo ganas de reír o de llorar, para hacerme parte de tus éxitos y tus fracasos, para dejarme celebrar o llorar contigo regalándome el privilegio de saber que confías en mí y que yo puedo igualmente hacer lo mismo.
Llegaste para demostrarme que si, que ese amor sin poses existe, que si es posible mostrarte tal cual se es. Que no hay necesidad de vender una idea.
Llegaste para enseñarme a mostrar mis sentimientos sin reserva, sin antes analizar cada cosa.
Llegaste para mostrarme cómo dejar a un lado mi orgullo y permitirte enternecer mi alma con esa dulzura única.
Llegaste para permitirme conocer ese sentimiento sublime, ese que ama no "por",sino "a pesar de". Ese que no es ciego, que ve los defectos y los comprende, que se arriesga a vivir con ellos,antes que vivir sin tí.
Llegaste para confirmarme que no es la cantidad, es la calidad.
No sé exactamente de que forma, sólo que llegaste, aquí estás y nada me haría más feliz que saber que te quedas.